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José Lázaro

La relación de Cela con Torrente Ballester: Correspondencia inédita

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Publicado en Anales de la literatura española contemporánea, ALEC, 1 de enero de 2021

La relación personal entre Camilo José Cela y Gonzalo Torrente Ballester parece haber atravesado dos etapas claramente diferenciadas, una de hostilidad –por parte de Cela– y otra, más tarde, de cómplice amistad1.

En el año 1949, Cela había reseñado en La Tarde el libro de Torrente Compostela en unos términos que no podían ser más elogiosos:

Empresa nada fácil la de Gonzalo Torrente, e intención aún más difícil todavía ha sido redondeada por nuestro autor con un garbo, con una soltura y con una sabiduría nada frecuentes. Su historia de Compostela, que es una historia del corazón de Compostela, escrita con la pluma mojada en el propio corazón, es un libro ejemplar y eterno, una biografía del alma, una radiografía del espíritu compostelano que explica, tan galana como cumplida- mente, ese arcano misterioso de sus sonoras y verdinegras piedras. (98)

Pero en 1951 Torrente, con el rigor habitual que ejercía como crítico, terminó una reseña de La colmena explicándole en público a su autor lo que debería hacer si quería convertirse en un buen novelista:

ENVÍO A C. J. C.– Mi querido Camilo: Esas pobres gentes vulgares que se tropieza uno en cada esquina están esperando su poeta. Y tú estás en condiciones de serlo. Sabes muchas cosas del oficio novelesco, pero entre ellas las hay que sirven y las hay que no sirven para nada. Como europeo, te pido que dejes de preocuparte por lo que se invente en el mundo relativo a técnicas y permanezcas fiel a la novela con protagonista, con unidad de acción más o menos estricta y con desarrollo sucesivo; como español, te ruego que concedas a cada hombre la atención necesaria, la atención ancha que merece su desventurada existencia, y saques entre la ceniza gris y el cieno de cada vida esa “hora” espléndida que redime al hombre y le da sentido. Lo que has hecho en tu Pascual Duarte, pero referido a hombres reales, y con más lentitud, si quieres con más detalle (nunca te perderás en lo accesorio, y ésta es una de tus mejores cualidades). No te dejes seducir por esa monserga “de la masa”, porque la masa no existe más que a la vista, como adicción mecánica de hombres y hombres, sin que nada común y vivo los reúna en algo superior. Escribía, hace ya bastantes años, desde Rusia, Dionisio Ridruejo, que nada había visto nunca más furiosamente individualizado que esos miembros anónimos de la sociedad socialista. Yo creo que, además de individuos, son personas, aunque muchas veces lo oculten o disimulen. Tú puedes, justamente, sacar a luz la personalidad de cada uno y darle la importancia literaria que cada hombre merece. Hazlo, y déjate de experiencias técnicas. Lo que la novela española necesita es renovación poética, y no renovación técnica. Cuando no hay hombres ni mujeres cuyas vidas contar con destreza, emoción y ternura, se acude a los trucos constructivos. Pero tú tienes mucho que contar. Cuéntalo con el respeto que las cosas de los hombres merecen, con un respeto artístico que se corresponda con un respeto moral, con ese respeto amoroso que merecen incluso las rameras y los viciosos más repulsivos de tu Colmena. Estoy seguro de que, si lo hubieras hecho con cada uno de ellos, algo descubrirías en golfas y viciosos que nos conduciría a amarlos y compadecerlos. (102)

Es muy probable que la hostilidad de Cela se incrementase, como en otros muchos casos, por la desinhibida sinceridad con que Torrente juzgó su obra en el Panorama de la literatura española contemporánea. Las ediciones publicadas a lo largo de los años sesenta recogen sin variaciones la opinión fundamental que Torrente repitió en privado muchas veces: “Se nos antoja Camilo José Cela escritor en que sus admirables dotes verbales, su gracia insuperable, sus cualidades menores de rápido retratista, el encanto musical de su prosa tragan y anulan, por sobreabundancia, lo que hay en él de novelista”. Aplicando esta idea fundamental a las distintas obras de Cela, Torrente no se anda con paños calientes. Mrs Caldwell habla con su hijo le parece un “extraño galimatías en que la fragmentación narrativa llega a su colmo, y que a todas luces constituye un error”. Sobre La Catira opina que “ante el paisaje, su prosa se estremece y vibra: ante el hecho brutal, recurre a la deformación, a la exageración. Todo lo demás es caricatura y retórica”. Incluso de La colmena, tras reconocer sus méritos, apunta que

la pereza imaginativa obliga al autor a multiplicar los personajes, a perseguirlos fugazmente en sus puras apariencias, a no detenerse en ellos. […] El novelista no puede desentenderse del hombre que acaba de hacer algo terrible, o profundo, y Cela lo abandona alegremente, después de haberse recreado en la pura descripción del acto.

Sobre su tendencia escatológica anota: “lo que en las obras de Quevedo representaba crueldad, frialdad, cinismo, en último término, lo que revela un alma duplicada, amarga y dura, en los libros de Camilo José Cela se queda en la pura comicidad intrascendente”. Y sobre los libros publicados en torno a 1960 opina: “La prosa de Cela alcanza cimas de virtuosismo lindantes con el manierismo; el arte de la composición se convierte en habilidad; la visión directa del paisaje y de las cosas es sustituida por información libresca, invención y desplante: muchos trozos, y aún capítulos del Primer viaje a Andalucía son meros encartes”.

No es extraño que tras leer todas estas contundentes opiniones, Cela, que reaccionaba furioso contra cualquier comentario hostil, hablase despectivamente de “Torrente Ballesteros”, siguiendo su costumbre de cambiarles el apellido a sus enemigos para dar a entender el poco caso que les hacía, lo que era completamente falso, pues solía perseguirlos de forma implacable.

Con el paso de los años, la relación entre ambos fue cambiando. Un documento que lo muestra es la carta inédita de Torrente a Pedro Laín Entralgo, fechada en La Ramallosa (Vigo) el 12 de diciembre de 1973 y conservada actualmente en el archivo de la Real Academia de la Historia. Entre otras cosas le dice: “Por aquí, durante el verano, viene gente: este último estuvieron Dámaso y Camilo, quien, por fin, se enteró de que soy novelista, y me lo dijo con cierto entusiasmo por La Saga. ¡Ya iba siendo hora!”.

En la Fundación Camilo José Cela, en Iria Flavia, se conservan 43 cartas cruzadas entre Torrente y el novelista padronés. La mayor parte son muy breves, recados puntuales, felicitaciones y similares. La más antigua está fechada el 17 de mayo de 1958 en Palma de Mallorca; manuscrita por Torrente se refiere a un pago que tiene que hacer a Cela.

Más interés tiene otra carta de Torrente fechada en “La Romana”, “octubre, 73”. Entre otras cosas, dice:

Te deseo la mejor fortuna para tu nueva novela, pues aunque estoy seguro de su excelencia, no lo estoy tanto de que la reciban como se merece y de que la entiendan. La llamada “crítica marxista” ha introducido tal confusión en nuestro mundo literario que ya no sabe uno lo que es un libro bueno para quienes tienen a su cargo el juicio de las calidades, y no esa serie de zarandajas sociológicas que hace la crítica ininteligible y contraproducente. Aunque la gloria sea “la suma de todos los errores que se forman alrededor de un nombre nuevo”, como decía Rilke, a veces conviene que no se equivoquen, y vean lo que son de verdad los libros.

Perdona las palabras inútiles: simplemente estoy solo en esta aldea y a veces tengo ganas de hablar.

Nuestro saludo a Charo. Un abrazo de

Gonzalo.

Todas las cartas de Cela a Torrente depositadas en la Fundación están mecanografiadas, pues son las copias sin firma que el remitente conservaba siempre en su archivo, probablemente porque estaba convencido de que cada palabra suya tenía trascendencia histórica. La fechada en Palma de Mallorca el 1 de febrero de 1974 dice:

Querido Gonzalo.

Amén de mi gratitud por tu generosidad, ya varias veces expresada, recibe hoy otra –y muy cierta y sincera– por tu inteligente buen sentido. Ante mi Oficio de tinieblas suele descornarse la crítica al uso, que se sale por peteneras y no da pie con bola; quizá fuera pedirle demasiado, bien lo sé, que acertaran a meterle el diente a bocado (bueno o malo) tan inusual. No soy yo, de cierto, el más indicado para hablar del tema pero, ¡si vieses qué alegría produce el saberse leído y comprendido! Supongo que tú, en tus propias carnes, habrás experimentado a veces algo parecido. […]

Un fuerte abrazo de tu viejo amigo.

Torrente responde desde La Ramallosa el 12 de marzo del 74. Cela acababa de darle un portazo al franquismo –todo el mundo sabía entonces que iba a durar poco–, renunciando a la presidencia de Ateneo madrileño –que le había ofrecido el biógrafo vocacional de Franco, Ricardo de La Cierva– en protesta por las penas de muerte que acababan de ser ejecutadas:

Querido Camilo:

Tengo pendiente esta carta hace un montón de días, tantos como llevas fuera de España. Creo que estás ya de regreso, y aprovecho el tiempo que me deja libre la huelga de los chicos de COU para escribirte.

Ante todo, mi felicitación por lo del Ateneo, y quizás también por la respuesta de La Cierva, quien, como señorito que es, debería conservar al menos un poco de elegancia. Claro que así quedas tú mejor. Y mi felicitación también por tu excursión europea.

En cuanto a tu última carta, y a las anteriores (que tampoco contesté), pienso seguir hablando del Oficio… cada vez que tenga ocasión, en público y en privado, y no es cosa de que vayas a agradecérmelo con la puntualidad con que lo has hecho hasta ahora, porque no es necesario.  Hablo así del libro porque me gusta, porque me parece muy importante, y porque creo conveniente que uno del gremio lo diga. Lo que siento es que las recensiones que hasta ahora ha merecido no sean especialmente inteligentes (quizás se me hayan escapado las mejores), aunque comprendo que el juicio no sea de los fáciles. Las categorías usuales no sirven, ni creo que le vengan bien tampoco ésas que se están importando ahora. Lo siento, porque sería útil un poco más de perspicacia crítica. Personalmente, acabo de terminar la tercera lectura y es posible que todavía no haya llegado al último meollo. Ya se verá.

Te envidio por estar en Palma. El invierno, aquí, ha sido wagneriano, y mi casa de “La Romana” no se fue por los aires quizás a causa de las muchas oraciones de mi madre (q.e.p.d.), durante toda su vida, por las víctimas de los vendavales.

De entrambos para entrambos (así decía D’Ors) muy afectuosos saludos, y mío para ti, un abrazo

Gonzalo

P/S.- Perdona que te escriba a máquina, pero ya me va siendo difícil hacerlo a mano. Vale.

El 30 de marzo responde Cela –a máquina, por supuesto–:

Querido Gonzalo:

Gracias por tu felicitación por mi renuncia al Ateneo: la gente se pone nerviosa y pierde la elegancia e incluso la más elemental compostura. ¡Peor para ellos!

Y gracias porque te guste mi Oficio de tinieblas: aún ayer volvías a citarlo en tu Cuaderno. ¡Si supieras lo poco acostumbrado que estoy a no recibir pedradas, te explicarías mi no disimulada gratitud!

¿Por qué no te decides a venirte a vivir a Palma? ¡Si vieses con qué saludable perspectiva se ven desde aquí las minúsculas intrigas de los demás! Sabes que me tienes a tu disposición para lo que quieras; ahora, dentro de unos días, salgo para Méjico, pero no tardaré en regresar.

Un abrazo.

El tema que provoca una intensificación de la correspondencia entre ambos escritores es la candidatura de Torrente a la Academia, en cuyo éxito tuvo Cela un papel clave –en estrecha colaboración con Laín Entralgo–. El 25 de enero del 75 le escribe a Torrente:

Hablamos ya alguna vez de tu posible sillón académico. Creo que ha sonado la hora de que se presente tu candidatura, cosa que sabremos con mayor precisión después del jueves próximo. No olvides que quiero ser uno de los firmantes de tu propuesta.

Si puedes, habla personalmente con Dámaso tan pronto como te sea hacedero; no le aludas a este aviso.

Un fuerte abrazo.

El 12 de febrero le responde Torrente, menciona que ha tenido noticia sobre la gravedad de su madre, y añade: “No estás, pues, para academias, y esta carta, que hubiera sido larga, se reduce al mínimo indispensable: seguí tus instrucciones, el contenido de tu carta sigue secreto y el resto de las cosas van bien”.

El 7 de marzo contesta Cela:

Creo que te escribí a La Ramallosa agradeciéndote –agradeciéndoos a Fernanda y a ti– vuestras cariñosas palabras ante la muerte de mi madre. Tampoco podría asegurártelo.

Como quizá ya sepas, tu candidatura quedó presentada y firmada por Rafael Lapesa, por Pedro Laín y por mí. La consigna sigue siendo: silencio, silencio y silencio; para meter a pata ya están los demás, a quienes Dios conserve sus aficiones. Los periodistas me asedian pero yo pongo cara de no saber nada: me sale cada vez mejor.

Tu candidatura es muy fuerte –o, al menos, yo la veo así– pero creo que debes hacer las protocolarias visitas; una campaña electoral tiene sus servidumbres. Para tranquilidad de mi conciencia, consulta con tus otros dos firmantes.

Tenme un poco al corriente de los pasos que vayas dando. Un fuerte abrazo.

Torrente le envía a Cela, el 17 de marzo, una carta más amplia de lo habitual y muy expresiva del tipo de proceso que ambos habían puesto en marcha:

Querido Camilo:

Me llegó tu carta estando yo en Madrid. Fernanda, que en estos casos actúa de secretaria, me dio cuenta de ella por teléfono. Demoré la respuesta hasta mi regreso. El viaje, como puedes suponer, tuvo como único objeto las cosas relacionadas con la candidatura. Habrás visto que la consigna del silencio la sigo como un buen recluta, aunque, la verdad, tampoco hubo grandes ocasiones de faltar a ella. De un suelto que salió en Informaciones a principios de mes no me considero responsable, y tampoco creo que haya tenido importancia.

Pedro me telefoneó el día 3 y me indicó que debía escribir unas cartas. Así lo hice, y puedes creerme si te digo que me costaron más trabajo que una novela, porque aunque el consejo de Laín fue de que escribiera un modelo y me atuviese a él, resultó luego que, de los treinta destinatarios, más [de] veinte me eran conocidos, algunos bastante amigos, y, con otros, tenía relaciones bastante extrañas. Pasé unas tardes de verdadera angustia epistolar, pero, por fin, las di hechas. Unas las envié por correo, otras las entregué yo mismo en la Academia. También pasé por algunos domicilios a dejar tarjeta, según las indicaciones que iba recibiendo, bien directamente de Pedro, bien de Lapesa y de Zamora a través del mismo Pedro. A Lapesa [le] entregué un curriculum esquemático que me pidió.

Hasta ahora me ha[n] respondido Pemán, Aleixandre y Tovar, con promesa de voto. La carta de Aleixandre muy entusiasta. La de Pemán, excepcionalmente cortés y con gracia, si tienes en cuenta que, en mis tiempos de crítico teatral, me las hube con él varias veces. Puedes imaginar que la carta que le escribí no fue de las más fáciles.

Tampoco lo fue la de Halcón, con quien también hubo sus más y sus menos; pero ha reaccionado muy bien y ha dicho a varias personas que me votará haciendo caso omiso de nuestras diferencias.

Finalmente, extremé la cortesía con Calvo Sotelo, el más duro de pelar y quien menos ha olvidado la dureza de mis juicios. Pero podrá decir lo que quiera, menos que he faltado a las reglas del juego.

Y así están las cosas. El jueves pasado no había ninguna otra candidatura presentada. Pedro, con quien estuve el sábado (ya sabes que tiene en este momento difíciles cuestiones familiares), me dijo que a Marías le gustaría patrocinar la de Rosa Chacel, y que alguien piensa también en Manuel Aznar. Pero, de momento no hay nada.

Cinco días después, 22 de marzo, está fechada la siguiente carta de Cela:

Querido Gonzalo,

Sigue siendo válida la consigna del silencio. Es preciso que te muevas. Se ha presentado una nueva candidatura (la de Miguel Mihura, firmada por Calvo Sotelo, Fernández Ramírez y Emilio Alarcos) y aún se pudo parar una tercera (la de Julio Caro Baroja, que iban a firmar García Gómez, Zz. [Zunzunegui] y Fernández Ramírez). Los datos que te brindo son para tu exclusivo conocimiento y, si alguien te habla del asunto, creo que debes hacerte de nuevas.

Las campañas electorales hay que trabajarlas. Tu candidatura te repito que la veo muy fuerte, pero no debemos dormirnos en los laureles. Tú decidirás, tras conocer mis puntos de vista, ya que no creo que Pedro esté con demasiados ánimos para nada. Tienes que amarrar quince o dieciséis votos (más vale que nos sobren tres a que nos falte uno) y, según coligo, en estos momentos tienes nueve seguros: Dámaso, Pemán, Aleixandre, Tovar, Halcón, Alonso Zamora y los tres firmantes de tu propuesta (a los que se deben añadir Rosales y el Cardenal), y quizá cinco en contra: García Gómez, Calvo Sotelo, Zz., Fernández Ramírez y Alarcos (a los que debemos sumar Torcuato y quizá Lázaro); de estos, quizá puedas inclinar a tu favor: García Gómez y Zz.

Carga sobre los no enumerados y tenme al corriente de las nuevas noticias que puedas decidir [sic., ¿errata por recibir?].

Las propuestas de Rosa Chacel y de Aznar no las veo viables, al menos por ahora.

Sigamos en contacto. Abrazos, para Fernanda y para ti, de Charo y de vuestro…

… Acabo de hablar por teléfono con Pedro; piensa, como yo, que debes irte a Madrid, y me anuncia que te escribe diciéndotelo.

Vigo, 30 de marzo, 75

Querido Camilo:

Tu carta, anunciada el sábado, no me llegó hasta el jueves, y el mismo día me telefoneó Pedro desde Madrid. Sus noticias coincidían más o menos con las tuyas, así como sus consejos, salvo que él daba por fracasada la candidatura de Caro Baroja, la cual, según he leído más tarde en el Ya, se ha presentado formalmente. Esto hace la contienda más compleja y, según mi opinión de lego, más difícil: la obra de Caro es imponente (me tiene entre sus admiradores), y el libro Los Baroja le acredita de escritor. Ya veremos qué pasa, y lo que pase se deberá a vosotros más que a mí. […]

He tenido cartas de Calvo Sotelo, Lázaro Carreter y Alonso Zamora. La de Calvo, cortés, pero negativa; la de Lázaro, negativa también, por cuanto no es afirmativa (“veré quienes son los candidatos”); la de Alonso, por fin, muy simpática y positiva. Por cierto, me pide que envíe mis libros a la Academia, cosa que haré mañana (la carta me llegó ayer).

Soy, en este asunto y en este caso, bastante pesimista, pero quiero decirte que estoy lejos de sentirme amenazado por ninguna catástrofe moral en caso de derrota. En confianza puedo confesarte que el hecho de que tres hombres como vosotros hayan propuesto mi candidatura colma todas las apetencias de mi vanidad; es un hecho que está ahí y forma ya parte de mi historia personal. Y lo estimo igual con éxito que sin él. Esto no quiere decir que no vaya a poner de mi parte todo lo necesario para salir airosos.

Un saludo a Charo, al que se une Fernanda, y un abrazo muy fuerte de

Gonzalo.

El 26 de abril, tras el éxito en las votaciones del día 17 y la gran repercusión que tuvo la noticia, Torrente le escribe a Cela desde Vigo y le comenta su cansancio por “este jubileo a cuya prueba me han sometido los gallegos, muy contentos al parecer de verse ahora doblemente representados en la Academia”.

Le comenta sus dudas sobre la elección del tema para el discurso de ingreso; Filgueira Valverde le sugiere la obra narrativa de Rosalía, pero él está pensando en comentar “los discursos de nuestros predecesores sobre temas novelescos”. Le propone en la parte final de la carta que se encargue del discurso de respuesta, adelantando que comprendería una negativa “después de todo lo que has hecho por mi candidatura” y señalándole por otra parte que sería “la coronación de todo un proceso que iniciaste tu mismo, hace dos años, en el hotel de Samil. No me digas que no sin antes meditarlo un poco”.

Cela le responde contra correo, el 28 de abril, aceptando con entusiasmo el encargo y añadiendo:

Tengo la sensación de que en este país de navajeo y zancadilla, puede ser ejemplar para todos el hecho de que a un novelista responda otro novelista, cuando lo habitual (me repugnaría decir “lo normal”) es que al compañero de oficio se le cierren todas las salidas y se le tire a de- güello. Si tú y yo hacemos excepción a esta regla esterilizadora, mejor para nosotros. […]

No te metas en el berenjenal de glosar lo que dijeron nuestros predecesores sobre el arte de novelar –y aun sobre temas novelescos en sus discursos de recepción, porque “no quedaría fino” que en el tuyo tuvieras que decir que, con harta frecuencia, no sabían ni por dónde andaban; te ibas a encontrar con necedades punto menos que insalvables. […]

Te supongo ya recuperado de la paliza. A mí, que soy un cachondo, me divierten estas cosas, pero a ti, que eres un hombre serio, supongo que te hartarán. ¡Paciencia, hermano!

A partir de esa fecha la correspondencia se centra en la elaboración de ambos discursos. Torrente le comenta a su amigo que, está haciendo “una cosa ‘breve y lijera’ [sic.], como me indicó Dámaso” (14 de septiembre, 75).

El 1 de junio del 76, Torrente le anuncia a Cela el envío de su discurso y le pide la respuesta con tiempo para imprimir el habitual folleto conjunto. A continuación hace dos sustanciosos comentarios sobre otros temas:

He visto tu nuevo diccionario y te agradezco que me hayas tomado, en el prólogo, como autoridad moral. ¡Qué dirán los profesionales! Y he leído también, por supuesto, tu artículo en Cambio sobre las amenazas. ¡Si serán hijos de puta! Pero lo bueno del caso, a mi juicio, es que no se han parado a leer el texto del diccionario, científico y aséptico en grado suficiente para que nadie pueda tacharlo de pornografía. Estuve tentado de decir esto mismo en “Torre del Aire”, y si no lo hice fue pensando en que a lo mejor no le gustaba al editor, pero aun estoy a tiempo si tú me lo autorizas.

No hace más de dos días que vi a Pedro, al que encontré bastante desmochado por algunos sucesos que siguieron a la presentación de su libro [Descargo de conciencia]. En este país, hagas lo que hagas, siempre habrá alguien a quien parezca mal y que esté dispuesto a amargarte la vida. En fin…

Nuestros saludos más amistosos para Charo y para ti, con el deseo de que el agua no llegue al río (no ya la sangre), y que paséis un buen verano.

Un abrazo de

Gonzalo.

La respuesta de Cela desde Palma, el 4 de junio, dirigida al “Excmo. Sr. D. Gonzalo Torrente Ballester”, es también notable:

Querido Gonzalo,

Me llegan tu carta y tu discurso, que tiene muy buen aire. Naturalmente que tendrás mi contestación en los plazos legales.

Gracias por tus buenas palabras sobre mi Enciclopedia y por llamar hijos de puta a quienes tienen méritos sobrados para no apearles el tratamiento. Te aseguro que todo cuanto acontece no me duele por mí sino por España. Y si esto es patriotismo trasnochado, que Dios me perdone porque no quiero abdicar de él.

¡Claro que me gustaría que dijeses lo que tengas que decir en “Torre del Aire”!

A Pedro hay que levantarle el ánimo. La situación es muy compleja, pero lo que le pierde es que es demasiado bueno y no se decide a mandar a hacer puñetas a quienes se lo merecen.

Abrazos para María Fernanda y para ti de vuestro…

Pero a pesar de las promesas, el discurso de Cela se retrasa, ya sea por una gripe o por el agobio de trabajo. Torrente decide entonces recurrir a la poesía, y en una tarjeta sin fecha escribe:

A C.J.C

Mallorca

Pasó un día y otro día,

un mes y otro mes pasó,

un año pasado había.

El discurso no venía,

Camilo no lo envió.

En colaboración con Zorrilla y con la amistad de siempre

Gonzalo.

Posteriormente, en busca de nuevos recursos, decide reclamar el escrito pendiente con un telegrama en latín:

12 OCT 76

TEMPUS FUGIT STOP ORATIO MEA EXPECTAT RESPONSIONEM TUAM STOP FESTINA ERGO STOP EX TOTO CORDE GUNDISALVUS. [Pasa el tiempo. Mi discurso espera tu respuesta. Date prisa, pues. De todo corazón, Gonzalo].

La respuesta de Cela, naturalmente, está redactada en griego:

15 OCT 76

ELPIZO OTI ENTOS DECAIMERON THA SU STILO TIN OMILIAMU PUNTO ASPAZOME EGKARDIOS

CAMILO JOSE CELA. [Espero mandarte dentro de diez días mi discurso. Un abrazo cordial. Camilo José Cela].

El 27 de diciembre Torrente decide ya recurrir a un argumento extremo, que esta vez manda en una tarjeta manuscrita:

Querido Camilo:

Hace justamente 6 días me dio una cosa al corazón, diagnosticada más tarde con el vago término de cardiopatía, lo cual no dice mucho a favor de la precisión verbal del diagnosticador, pero tampoco se le pueden pedir peras a los cardiólogos de provincias. El caso es, sin embargo, que tengo algo, y que a partir de ahora soy un señor inseguro, o lo que es lo mismo, mors impendat me, dicho en nuestro amado latín de otras ocasiones. En tales circunstancias, pienso con vergüenza en la Academia, con la que puedo correr el riesgo de haber llamado a su puerta y no entrar, lo cual es una descortesía. ¿No te parece? Pues, si coincidimos, me tomo la libertad de rogarte un vez más que des fin, o finiquites, o termines, el comenzado discurso, aprovechando quizá estas vacaciones, a fin de que podamos pronto comparecer entrambos ante el ilustre senado y quedar como quienes somos: por lo menos, dos gallegos legítimos.

El año 76 ha sido gafe. Confiemos en que el 77 traiga mejor fortuna en su seno. Para ti, libros y paz; para mí, al menos, que lo dure.

Me he reído mucho con tus cornudos. Lo demás, huelga. Saludos y felicitaciones para Charo y para ti, de Fernanda y míos. Y un fuerte abrazo.

Gonzalo

Por fin, el 4 de enero Cela envía su discurso, que Torrente califica en telegrama del día 8 como “magnífica respuesta”. El 12 le escribe una carta más detallada en la que vuelve a elogiar el texto (“me gustó mucho su contenido y tengo la impresión de que, por esta vez, los gallegos no vamos a quedar mal”). Además, le señala a Cela dos detalles en el texto: “En el primero, pág. 2, y quizá por error del copista, se lee “príncipe” Lucanor en vez de “conde”. En el segundo, pág. 4, último párrafo, parece deducirse de la lectura que El banquete de Trimalción y El Satiricón son obras diferentes, y no una parte y un todo”.

Cela responde el 17 de enero pidiéndole que corrija ambos errores y comenta: “Me alegra saber que te gustó el discurso; por lo menos lo hice con buena voluntad. Los gallegos no quedamos mal nunca y, si alguno nos sale rana, decimos que es judío y en paz”.

Genio y figura…

Notas

1. Este texto se inscribe en el marco del proyecto I+D del MINECO, Epistolarios, memorias, diarios y otros géneros autobiográficos de la cultura española del medio siglo (FFI2013-41203-P). Todos los documentos inéditos se citan con el conocimiento y acuerdo de los actuales propietarios de los derechos, de la Fundación Camilo José Cela (su correspondencia con Torrente) y la Real Academia de la Historia (cartas de Torrente a Laín Entralgo) para los que están allí depositados.

Obras citadas

Cela, Camilo José. “El Compostela de Gonzalo Torrente”. La Tarde, 10 mar. 1949.

__________________ “El Compostela de Gonzalo Torrente”. Retorno a Iria Flavia. Obra dispersa y olvidada, 1940-2001. Alvarellos, 2006, pp. 97-98.

Torrente Ballester, Gonzalo. Compostela. Afrodisio Aguado, 1948.

 __________________ “La Colmena, cuarta novela de C. J. Cela”. Cuadernos Hispanoamericanos, vol. 22, 1951, pp. 96-102.

__________________ Literatura española contemporánea. Guadarrama, 1963, 2 vols.

__________________ Panorama de la literatura española contemporánea. 2.ª ed., Guadarrama, 1962,

__________________ Panorama de la literatura española contemporánea. 3.ª ed., Guadarrama, 1965,

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